Paco Cabrera
17/02/2024
El descojono en el banquillo del Atlético de Madrid era incuestionable. Con 61.196 testigos, se había obrado un señor bochorno. Llorente debatía con Griezmann sobre algún tema intranscendente de la vida. No era preciso ponerse místico. El campeón del mundo galo no pisó el césped del Cívitas Metropolitano. No hizo falta. El 5-0 del Atlético-UD conforma el primer borrón del exitoso ciclo del pimientismo ilustrado en la máxima categoría. Si en 24 partidos, el cuadro isleño recibió 20 tantos, ayer se llevó cinco en 90 minutos de pleno desconcierto. El bloque amarillo, que tenía como mayor desliz en su expediente el 2-0 en el Bernabéu, ayer vivió su particular hecatombe al más puro estilo Setién y su segunda vuelta de los 43 goles. Correa (dos), Llorente (dos y Depay aprovecharon un exceso de candidez. Fue grotesco, pero vale de golpe de realidad.
La primera ocasión de la UD llegó con un remate de Javi Muñoz ante Oblak. Una parada, cuando la tormenta ya era una cuestión de estado. Faltó colmillo, agresividad y un torrente vitamínico. Con el mismo once que ante el Valencia, el Atlético de Madrid se sintió muy cómodo. El partido soñado para obrar la venganza cholista.
Del 2-1, la Capilla Sixtina de Pimienta, a tocar fondo. Con 35 puntos, se permite esta licencia. Fue la crónica de un giro hacia el caos. Del desliz de Saúl Coco a la inoperancia ofensiva. El Atlético pasó por encima de la UD si más alarde que la efectividad. Puso el piloto automático. Dos goles, asunto cerrado desde el primer estornudo. Próximos a la media hora, la descomposición era categórica.
El primer análisis es simple. Planteamiento y enfoque de un partido carente de adrenalina. Pasividad en la brega. La misma fórmula que tumbó al Valencia quizás no vale para reventar al bloque colchonero. La UD cayó en la trampa de la presión alta de Simeone y los genios barrocos quedaron retratados. Correa aprovechó el patinazo de Saúl Coco para hacer el 2-0 y dejar en evidencia a la segunda mejor defensa de la competición. El destrozo fue innegociable, en la tarde que Correa fue Maradona –tres goles en este señor descalabro–.
Los cambios fueron hombre por hombre. Fiel reflejo del inmovilismo de Pimienta. Lo de Munir, más allá de su escasa aportación ofensiva, vuelve a encender un viejo debate. Se fue cabreado, ante la entrada de Pejiño. De Sory Kaba no hay noticias. Sin gol, Las Palmas solo recuperó parte de su señorío en el tramo intermedio de la segunda parte. Con Julián Araujo –que entró por Suárez–, la UD ganó en verticalidad.
Abandonó su estado catatónico. Pero fue insuficiente. Marc Cardona no ejerció de revulsivo, como apenado por su condición de ariete milagro. La paciencia tiene un límite. El Cholo explotó las viejas virtudes de un Atlético intenso, con una segunda línea, que sacó las garras sin compasión. Kirian, Álex Suárez, Sergi o Muñoz fueron devorados por el nervio y la anticipación de un rival empeñado en perforar en esa vieja cicatriz del orgullo. La UD y Pimienta se lo pusieron muy fácil. El desliz de Coco abría una puerta hacia lo desconocido. Hubo que esperar a la jornada 25 para vislumbrar el bautizo pimientista en el desastre. El estratega barcelonés se hizo un Paco Jémez en toda regla.
El 5-0 deja la alarmante parálisis de Pimienta a la hora de modificar el guion inicial de los partidos. No pasa nada por agitar la chistera. Lo de la suplencia de Moleiro sigue siendo un enigma. En un bloque espeso y carente de creatividad, la apuesta por el tinerfeño parecía la opción más sólida. Pero por encima de la búsqueda de culpables, es una tarde para honrar al escudo y felicitar a este vestuario por la conquista de 35 puntos.
No era tan fácil, la racha positiva tenía un precio y era sucumbir en cualquier segundo. Con el margen salarial más bajo de la competición, podías explotar en cualquier momento. Nadie imaginó que fuese sin un gramo de ambición, sin un gramo de ocurrencia. En el Metropolitano, Pimienta se quedó sin wifi. Cinco gigas de inacción.