Paco Cabrera
20/04/2023
Jabón Lagarto para el escudo. Froten, froten y froten hasta perder el sentido. Mancha de barro y un bidón de irresponsabilidad. El compromiso nunca se negocia, o eso parecía. 75 años de latidos, épica y llanto -el 22 de agosto se cumple la efeméride de la entidad amarilla-, que bien merecen una disculpa ante el esperpento de ayer. Lo hizo Álex Suárez, capitán y figura de elegancia bajo el incendio. Al humillante (4-1) de la UD en Balaídos, cabe sumar la surrealista rueda de prensa de Pimienta.
Lo de «sometimos al Celta» en el segundo acto confirma la desubicación del estratega, que cumple 100 partidos el sábado ante el Girona. Afanado en defender a ultranza el ‘estilo reconocible’ y ‘ser nosotros mismos’ -como pregona a los cuatro vientos-, se olvidó de lo más importante: evitar hacer el ridículo. La UD, tras encajar el 1-1 de Aspas (37’), abrazó el caos con 53 minutos de sumisión. Lo corrobora Suárez, ejemplar portavoz en una tarde para el sonrojo. Hay mil maneras de entregar el alma, pero nunca bajando los brazos. El Celta entendió el guion y fue caníbal. Hizo lo que debía. El despiste de Kirian en la acción previa del 1-1 fue el lienzo de la pasividad. Sin electricidad, sin colmillo.
Cinco derrotas consecutivas -ante Athletic (0-2), Almería (0-1), Barça (1-0), Sevilla (0-2) y Celta (4-1)-, un escenario que no se daba desde 2017, en el curso del apocalipsis Emenike. Con Márquez y Ayestarán, de la quinta a la novena fecha liguera, todo fueron reveses. La última en esta campaña de contrastes data del 10 de febrero ante el Valencia (2-0). Ocho fechas ligueras y dos puntos -cinco goles a favor y 19 en contra-. El cuadro gallego del novato Giráldez no anotaba cuatro dianas en LaLiga desde el 7 de mayo de 2022. El récord data de la 17-18, cuando los amarillos, con Paco Jémez en el banco, encadenaron 16 jornadas sin ganar -de la 23ª a la 38ª-.
El inicio de Las Palmas fue alentador. Perfecto. De las mejores puestas en escena de la temporada. Se había esfumado el mal de la primavera negra. Superó la tímida presión del Celta de forma mágica. Poder combinativo y veloces al arco de Guaita. Kaba aportó desde su ímpetu físico, una labor silenciosa pero útil. Desde un córner, porque no todo es el toque y la poesía cruyffista, Herzog hizo el segundo tanto del curso y estuvo cerca del 0-2. Munir, desde la derecha, también coqueteó con lo que parecía la sentencia.
Balaídos pitó al Celta. Era el escenario idóneo para lucir madurez. Para sacar a relucir el otro fútbol, el denostado por los rapsodas del guardiolismo. Hacer faltas, perder tiempo, congelar el ritmo de la batalla. Abrazar la posesión con preservativo. Desde la máxima protección, el guion demandaba mover el balón y terminar de incendiar la caldera celeste. Pero no fue así.
El 1-1 fue cómico. Lo mismo de siempre, candidez, contra diabólica y resolución sin marca. Kirian, Sergi y Perrone se enredan con el esférico como si estuviesen en el patio de la cárcel. El rondo del horror. Aspas recupera, conecta con el costado derecho y Carles Pérez deja una asistencia de oro. El ‘10’ céltico entra sin marca y en 180 segundos llega el 2-1.
Mingueza encuentra a Aspas en la medular, sin marca, y firma una asistencia de chocolate para Williot. Mano a mano y adiós a la renta. Adiós a los pitos y el cementerio fue la ópera del aplauso. Douvikas (71’) y Aspas (76’) cerraron la cuenta. La UD se derritió con otro dato deslumbrante de posesión (68,6 %). Valles tuvo que padecer 21 remates e hizo nueve paradas.
Hay tres datos que resultan dramáticos. Los cuatro goles llegaron en dos fotogramas de desidia (tantos en el 37’ y 39’, así como en el 71’ y 76’). En segundo lugar, nada más saltar del descanso, la pimientina no hizo efecto. El inicio dejó un mano a mano de Mingueza, un tiro de Beltrán y el 12º tiro local de Aspas (55’).
Cabezazo de Jailson y un Valles salvador. Balón al pie, un centro del campo sin agresividad y que dejó sin red a la línea defensiva -adelantada de forma temeraria-. La actuación de Sergi fue decepcionante. Los cambios (entraron Sandro, Muñoz, Fabio, Pejiño y Sinkgraven) carecieron de impacto. Déficit de resultados y juego. Sin impacto en la tabla, por un Cádiz cadavérico, este estilo reconocible luce guarismos ruinosos. Tanto culebrón para esto. Señor Ramírez, hago algo por favor.